Adriana Ramponi

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En febrero de 2006 pasé un delicioso mes de invierno a menos 35ºC en Canadá en casa de amigos de larga data. En mi paso por Montreal, tomé contacto con el fotógrafo François-Régis Fournier por sugerencia de una colega que lo recibiría en el mes de abril para un Congreso de Patrimonio Cultural en la Ciudad de Córdoba y en el que él expondría una colección de fotos sobre el patrimonio jesuítico en Argentina y en Canadá.


Me interesó conocer su trabajo y evaluar la posibilidad de montar una muestra en Buenos Aires. Y así fue. Hubo exposición en Buenos Aires auspiciada por la Secretaría de Cultura de la Nación y por la Embajada de Canadá. El lugar, el más adecuado: la Manzana de las Luces, sitio histórico fundacional desde donde los jesuitas iniciaron la evangelización de la Argentina.


Decidí presentar a Fournier a Ana Pfeiffer, entonces directora del Centro de Estudios Argentino-Canadienses de Buenos Aires. Ella se encontraba organizando un Congreso internacional sobre el agua que abordaría todas las áreas, científicas, sociales, ambientales, y quiso que también hubiera arte y poesía. Invitó a Fournier a presentar una exposición y a mí, una ponencia no científica. Le propuse hablar sobre el río San Lorenzo, intentando dar información general en tono poético. Mi idea fue asociar a ese río, arteria fundamental para Canadá, que sabía había sido y es la ruta de todas las migraciones, a nuestro Río de la Plata, establecer puntos de afinidad que pudieran relatar destinos similares que unieron y acercan a nuestras culturas respectivas Norte-Sur.


Fournier regresó a Canadá, y comencé a recibir de él muchas imágenes que me permitieron descubrir su estética, su sensibilidad, sus instantes de idilio con su cámara fotográfica, impregnarme de sus níveos inviernos y de sus azules profundos y “dramáticos”, latir al ritmo de una naturaleza desbordante que ya me había cautivado en mi amanecer quebequense en 1987.


Ante la inminencia del Congreso sobre el agua, me atreví a preguntarle un día si me permitía dejarme inspirar de sus fotos para mi ponencia, lo cual daría una ponencia audiovisual. Su respuesta fue categórica: “armaré un archivo de fotos de agua en todos sus estados y formas y te lo enviaré a la brevedad”. ¡Y fueron 1519! ¡Y vaya si descubrí lugares recónditos de belleza extraordinaria! Y dí alas a mi juego, me quedé con 403 fotos, y a medida que las aprehendía, era como una provocación, me sugerían asociaciones poéticas, y las palabras no eran más que traducción de emociones, de vibraciones, formaban parte de una danza grácil y me seducían para que las asiera.


Primera parte: Relatar la posición geológica del lugar, la edad de la tierra en ese sitio elegido, luego, anunciar la exploración europea, el descubrimiento, y poner el acento en el río, en aquél del Norte pero también en éste del Sur, que dieron paso a la colonización.


Segunda parte: Cada foto inspira un texto, cada texto se corresponde con su foto. Y así fue recrear poéticamente el desafío de aquellos navegantes descubridores que vieron surgir las Américas hasta sus confines, se adentraron por inmensos ríos de increíble anchura e inundados de significado, para que el hombre se hiciera de un país y trabajara rudamente para desarrollarlo, usando al río como “el gran camino que camina”, abusando del río hasta opacarlo.


El final: En el intento por devolverle a la naturaleza los tesoros usurpados, el hombre nuevo, purgado de culpas, purificado, comprometido con la preservación del medioambiente, eleva una oda al río implorándole le devuelva la vida…


De las 403 fotos escogidas, quedaron 156.


Y Río…, con el vigor de los rápidos, empezó a fluir como poema en imágenes, y recorrió varias ciudades de Argentina, y llegó hasta la Tierra de Fuego en un proyecto que formó parte del Año Polar Internacional en 2008, estuvo en Chile y en Paraguay, remontó hasta Canadá y se hizo presente en Montreal y en Quebec. De tanto viajar, necesitó un pentagrama donde grabar sus notas más coloridas. Michel Smith le dio el gusto y le compuso una música que lo describe y lo re-escribe, que le da personalidad y ritmo, lo reinventa, lo sublima.


Gracias a este maravilloso equipo que somos, al que se sumaron los que lo cuentan apasionadamente en francés: Julie Vincent y Sébastien Dodge, en español: Carlos Leguizamón y yo misma, en inglés: Dorothée Berryman y Victor Andrés Trelles Turgeon. Gracias a Juan Manuel Varni que le dio vida al DVD. Gracias a Bianca Zagolin que supo re-producir en inglés mi texto tan poéticamente, imprimiendo al mismo tiempo un tono fuerte y suave, agitado y calmo, a imagen y semejanza del gran río. Es también ella quien tradujo la versión en inglés del sitio Web.


Y sobre todo gracias a Ana Pfeiffer, actual presidente de la Asociación Argentina de Estudios Canadienses (ASAEC), por haber creído en este proyecto y haberlo apoyado con gran entusiasmo.


Gracias a toda la red de amigos que no hace más que festejar esta realización.


Adriana Ramponi, enero de 2012.

Su poemaTexto.html

La poeta

Adriana Ramponi es la autora de las versiones en francés y en español del poema que dio origen a este proyecto.


Adriana Ramponi dedica gran parte de su tiempo a promover, tanto en Argentina como en Quebec y en otros país, la cultura quebequense y los intercambios norte-sur.


El Consejo Superior de la Lengua Francesa del Quebec reconoció su compromiso otorgándole la Orden de los Francófonos de América.


La felicitamos.

Cómo nació  Río...

Agradecimientos